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Acostada. Frazada a la altura de las axilas. Sólo quedaban afuera mis brazos para sujetar el libro. Recuerdo la sensación de levantar los ojos entre párrafo y párrafo para mirar hacia la puerta, con miedo. La casa en silencio, el corazón latiéndome fuerte y la necesidad extrema de terminar el cuento:
La del once “J”
"Socorro", libro de cuentos de terror para chicos de Elsa Bornemann fue unos de los primeros libros que leí, si no fue el primero.
La del once “J”
"Socorro", libro de cuentos de terror para chicos de Elsa Bornemann fue unos de los primeros libros que leí, si no fue el primero.
Cuesta creer que una abuela no ame a sus nietos pero existió la viuda de R., mujer perversa, bruja siglo veinte que sólo se alegraba cuando hacía daño. La viuda de R. nunca había querido a ninguno de los tres hijos de su única hija. Y mucho menos los quiso cuando a los pobrecitos les tocó en desgracia ir a vivir con ella, después del accidente que los dejó huérfanos y sin ningún otro pariente en océanos a la redonda...
Consigna: Lee en los comentarios las diferentes reescrituras de "La del once J" contada desde el punto de vista de diferentes narradores.
Puedes aportar algún comentario constructivo sobre las escrituras de tus compañeros y, si aún no mandaste tu reescritura, puedes anexarla como un comentario más.
Ya hacía tiempo que presentía un final desagradable para mi paradero.
ResponderEliminarTodo comenzó cuando Lili, la única persona capaz de darme cariño, desapareció sin dejar rastros.
La niña se pasaba horas acariciando mi lomo. Era común que besara mi nariz apretando sus labios en ella y dejándome sin aliento, pero igual, aunque era un tanto incómodo, verdaderamente lo disfrutaba. Es verdad que los primeros tiempos reaccionaba mal, mostrando mis garras y erizando mis pelos pero logré acostumbrarme a ese tipo de cariño tan intenso. Después de todo yo era lo único que tenía Lili así como ella era lo único que tenía yo.
Mis días eran maravillosos. Aquí, en este pequeño departamento del piso 11 compartí mis días con Lili, luego de que ella y sus hermanos eligieron mudarse y librarse de esa vieja apestosa a la que llamaban irónicamente “abuela”. Ella sí me aterraba, me corría de los sillones, me dejaba sin leche, me sacaba a la terraza con frío… ¿y para qué?... para que no le ensuciara las alfombras con mis necesidades…
Eran pocas las horas que Lili pasaba en casa porque… ustedes saben… la gente debe trabajar y estudiar para sentirse felices, en cambio yo, con sólo asomarme al balconcito y espiar desde lo alto el pulmón de la manzana esperando su llegada, me sentía satisfecho.
Una noche la niña se despertó sobresaltada y no entendí bien por qué. Ella me preguntó si yo también había escuchado a su abuela, pero yo estaba por mi quinto sueño y en realidad en ese momento sólo pude desperezarme… aún estaba medio atontado y me costó despertarme… A veces no sé si ella espera una reapuesta o simplemente le alcanza con que la escuche.
El sueño tardó en volverle pero ahora sí yo estaba despabilado y la observé dando vueltas y vueltas en su cama sin poder conectarse con sus sueños...
Verónica
A la mañana siguiente sonó ese aparato molesto que trae noticias al cual llaman teléfono. Lili dijo que era su hermano comunicándole que su abuela había muerto… Yo no entendí bien cómo el hermano de la niña estaba metido dentro de ese aparato tan pequeño, la cuestión es que a partir de ese momento a Lili se le transformó la cara, su rostro no reflejaba nada… estaba apática, sin expresión alguna. Ahora entre nosotros, con una noticia así yo hubiera esta feliz. ¿Qué más hubiese querido que esa vieja desaparezca de la tierra y así asegurarme que ya nadie podría bajarme de la mesa a los gritos a la hora de tomar la leche?
ResponderEliminarPero ese día fue el principio de la pesadilla de nuestras vidas. Los hermanos de la niña trajeron enormes aparatos que ocuparon la sala durante varias semanas. Lili llegaba del trabajo y se sentaba frente a ellos y los miraba largo rato. Yo me preguntaba en ese entonces para qué servirían semejantes bultos. Hasta que un día se le ocurrió poner en funcionamiento uno de esos artefactos al que llamaba licuadora.
No quieran imaginarse lo que sentí. Se me pararon los pelos del lomo, mis nervios estremecieron mis entrañas, mis patas resultaron cortas para salir corriendo en el preciso momento en que la puso en funcionamiento… Pero pronto comprendí que si soportaba su molesto ruido podría desayunar un exquisito licuado de banana con leche.
Duró poco la tranquilidad de la casa y Lili comenzó a utilizar cada uno de esos objetos ruidosos.
Por las noches prendía el televisor y se dormía mientras las personitas desaparecían de la pantalla ocasionando un zumbido molesto para mis oídos. Noche tras noche se repetía la misma rutina y se me hacía difícil conciliar el sueño antes de que la niña decida terminar con esa molestia. Con sólo señalar el gran televisor con un objeto más pequeño lleno de botones volvía la calma a mi cuerpo.
No tardaron en llegar las noches de sobresalto en las que siempre me preguntaba lo mismo… “¿No ves? Ahí está, es ella… ¿No la ves?”… Realmente me estaba preocupando, mi niña se estaba volviendo loca. Lo único que comprendía era que ese ruido molesto a ella también la alteraba… y entonces no sabía por qué insistía en romper mis nervios con tantos ruidos extraños… antes sin “tecnología” vivíamos mejor.
Un día comenzó a tomar nota y a quejarse del funcionamiento de cada objeto heredado.
Antes de escribir cada hecho me contaba lo asustada que estaba… Tal vez buscaba ayuda pero yo nunca supe hablar para aconsejarla… Le hubiese sugerido que se deshaga de todo pero creo que no logró interpretarme.
Aseguraba que la lustradora no le obedecía, y que el televisor se prendía y se apagaba cuando quería. Además las últimas mañanas olvidaba tapar la licuadora y… ¡no quieran saber cómo quedaba la cocina después de encenderla!...
Desde el día en que llegaron los aparatos no logué estar tranquilo. Me imaginaba luchando con alguno de ellos y realmente me daban miedo, es por eso que aprovechaba para descansar cuando todo en la casa estaba en silencio.
Al parecer mi cansancio era tan grande que un día me quedé dormido cuando Lili estaba a punto de lavar una enorme pila de ropa. Los gritos de sus hermanos y los vecinos me despertaron de pronto y no pude comprender lo que había ocurrido. Me quedé horas mirando como petrificado el maldito lavarropas tratando de entender algo pero lo único que sé es que ahora yo vivo con Leandro, uno de los hermanos de Lili y a ella jamás la volví a ver.
Verónica
CARTA DE SUICIDIO.
ResponderEliminarDesde chico me apasiona dibujar, nunca me olvidaba de mi cuaderno tapa blanda de 100 hojas en ninguna parte ya empezaba a ser parte de mi nunca creí que se iba a acabar; pero un día en un aeropuerto, estaba esperando a mi tía que cada 2 años viene a visitarme de España, justo en el momento mas inesperado se había acabado, las lagrimas caían de mi rostro como cascada. Mis padres se veían obligados a ir y comprar otro, pero ya llegaba mi cumpleaños y podía pedir lo que sea y a mis padres no les importaba para nada.
Llegamos a mi casa, y mi tía trajo algo inesperado; era un paquete con una forma cuadrada y dijo con cara de bruja malvada -¿a vos te gusta dibujar?-y le respondí –si, nunca me separo de mis blocs de dibujo-y con una leve sonrisa me dio el paquete y dijo –entonces esto es para vos-, asustado salí corriendo, y cuando lo abrí era un bloc tapa dura 100 hojas y una anotación de mi tía: Para que nunca te separes de este bloc. Un comentario extraño hay que admitirlo, pero era lo mejor paso 1 año y no se había acabado.
Pero un día quise ir a la escuela sin mi bloc y lo deje en mi casa, era hora de recreo y abrí mi mochila, mi asombro corrió por todo mi cuerpo al verlo allí supuse que fue un error y me despreocupe. Ya era hora de música por lo que tuvimos que subir a la sala de música decidí no llevar mi bloc, estábamos subiendo a la sala, una vez arriba fui a mi casillero de música cuando ya empezó a ser preocupante el hecho de que un bloc me estaba siguiendo, ya era la hora de salida y me fui a mi casa, una vez ahí trate de cerrarlo en una caja en el altillo y fui a mi cuarto, cuando la desesperación me invadió completamente, fui con mi hermano pero no estaba, fui con mis padres y tampoco estaban y fui a mi cuarto y me tape hasta el cuello y note que en la pared había un cuadro se mi tía y tenia escrito con marcador:
Debido a mi odio hacia ti, te regale ese bloc te va a mortificar hasta que tu suicidio se lleve a cabo.
Sin amores tu tía.
No tenía mas oportunidad tenia que matarme, así que nos vemos en otra vida.
Adiós
Federico.
-y eso es lo que nos dejo mi hijo- dije sollozando después del suicidio de mi hijo.
Pero lo que mas me llamo la atención es que sobre su ataúd había un bloc tapa dura, 100 hojas y una anotación que decía adiós mi fiel sobrino.
Marcos
Desde que nuestros padres murieron en el trágico accidente, por mala suerte Lilibeth, Luís y yo tuvimos que mudarnos con nuestra perversa abuela, ella nos torturo durante muchos en especial a Lilibeth, no se porque podrá ser, por que es muy parecida a nuestra madre y la abuela odiaba a nuestra madre.
ResponderEliminarPor suerte fuimos creciendo y cuando tuvimos edad conseguimos trabajo y nos mudamos los tres juntos. Paso un tiempo y me case. Luís hizo lo mismo, nos mudamos dejando a Lilibeth en el departamento once “J” contrafrente, dos ambientes, teléfono, cocina y baño completos, mas balconcito a pulmón de manzana ahí quedo Lilibeth.
Paso un tiempo y me entere que la abuela había muerto, por parte me sentía triste y por otra feliz. Llame a Luís para avisarle y luego juntos llamamos a Lilibeth y le avisamos de la noticia y la noche siguiente fuimos a verla, ella nos esperaba ansiosa, esa noche sentía que algo nos unía a los tres ninguno podía sentirse mal por la muerte de la abuela era una emoción rara, muy rara.
Le dijimos que nosotros nos íbamos a ocupar de vender los muebles y le ofrecimos algunos electrodomésticos que había comprado la abuela como una televisión a color, licuadora, heladera, lustradora y lavarropas, Lilibeth nos escuchaba atontadamente y acepto los electrodomésticos no se si los usa o los va usar pero ella los tiene.
Pasaron unos meses y no nos logramos comunicar con Lili no contestaba el teléfono ni la puerta de la casa un martes al mediodía fuimos a su departamento para ver que estaba sucediendo, fui a buscar a Luís para ver que estaba pasando cuando llegamos, se veía a todas las vecina cuchichiando por ahí y del departamento por debajo de la puerta salía agua con jabón, la puerta era imposible de abrir llamamos a la policía forzaron la puerta que estaba bien cerrada por dentro. Cuando entramos comenzamos a llamar a Lili a gritos pero no contestaba evidentemente no estaba en el departamento.
El televisor estaba encendido, sin transmisión axial un ruido como de un zumbido, en la cocina un montón de ropa sucia esperando para ser lavada en el lavarropas, que estaba allí con la tapa levantaba largando agua jabonosa.
Lo único que encontramos de Lili fue su camisón que estaba medio enroscado en el tambor giratorio y medio colgando hacia fuera y una pantufla deshecha en el fondo del tambor, por ultimo los policías encontraron una libreta donde Lilibeth había escrito todo lo que había pasado, nadie creía lo que estaba escrito decían que eran las anotaciones de una loca y podrá haber sido axial eso nadie lo sabe.
Luís encontró a Zambri el gato de Lili detrás de un cajón de zona mirando fijamente hacia, sin moverse a un punto negro bastante tenebroso, yo lo agarre y ahora vive con migo, es muy miedoso y desconfiado de cualquier movimiento el fue el único testigo, los gatos no hablan nadie nunca mas volvió a ver a Lili todos la extrañamos.
Violeta
La del once “Jota”
ResponderEliminar-No sabemos qué está pasando adentro. La señorita no atiende el teléfono, no responde al timbre ni a los gritos de llamado...Desde ayer…- nos respondía, muy nervioso uno de los vecinos.
Agua jabonosa seguía fluyendo por debajo de la puerta hacia el corredor general, algo muy extraño, y en mis tantos años de experiencia, con estos casos, algo también muy inusual.
Nos dieron paso, y con valor forzamos la puerta, que estaba bien cerrada desde adentro con su correspondiente llave, un inconveniente que nos trajo muchas preocupaciones. Luís y Leandro, los hermanos de la victima, la llamaron con desesperación. La buscaron por todas partes con desesperación y –con desesperación- comprobaron que la muchacha no estaba allí.
Pudimos ver el televisor en funcionamiento-pero extrañamente sin trasmisión a pesar la hora- enervaba con su zumbido.
En la cocina, “la montaña” inmensa, de ropa sucia junto al lavarropas, en marcha y con la tapa levantada, era el responsable de tanto charco burbujeante y pegajoso.
Medio enroscado a la paleta del tambor giratorio y medio colgado hacia fuera, un camisón de Lilibeth; única prenda que pudimos encontrar en tanto lío, además una pantufla casi desecha, sepultada, en el fondo del tambor.
El agua jabonosa seguía encastrando, derramándose y empapando los pisos, y nuestros zapatos.
Más tarde, Luís pudo ubicar a ZAMBRI, detrás de un cajón de soda viejo y semi-oculto por una pila de diarios viejos y en desuso. El animal estaba totalmente petrificado y con la mirada fija en un invisible punto de horror del que nadie de nosotros logro despegarlo todavía.
Todo esto en presencia nuestra, nosotros los únicos que podíamos hacer algo por esa muchacha que, por ahora no aparecía.
El gato, nuestro único testigo.
Pero los gatos, por lastima, no hablan. Y para nosotros las anotaciones del cuaderno de Lilibeth nos parecieron las memorias de una loca que “vaya a saberse cómo se las ingenio para desaparecer e irse, sin dejar rastros”… “una loca suelta más (…) para nosotros”… “la loca del once JOTA”… como la apodaron sus vecinos, cuando la revista más comprada del barrio, dio a luz esta nota.
Micaela.
Quiero cambiar el final del cuento
EliminarIGNACIO
ResponderEliminarFUERON DIFICILES LOS TIEMPOS QUE PASAMOS CON LILI Y LUIS COMPARTIENDO CON
ESA BRUJA LLAMADA LA VIUDA DE R. PUDIMOS SUPERARLOS ESOS MOMENTOS DE
SUFRIMIENTOS Y CASIGOS INTERMINABLES. LOGRAMOS SOPORTAR TODO ESO HASTA QUE
LA VIUDA DE R O ABUELA FALLECIO.
FUIMOS A VISITAR EL ONCE J EN LA NOCHE DEL DOMINGO. DE PASO LE
COMENTAMOS A LILÑI QUE LUIS Y YO NOS IBAMOS A ENCARGARDE TODOS LOS
ARTEFACTOS ELECTRONICOS QUE HABIA COMPRADO LA VIUDA DE R., PERO NOS
ARREPENTIMOS Y PENSAMOS QUE LILI LOS PODRIA USAR.
ERAN MUY LUJOSOS LOS APARATOS QUE ERAN: UNA LICUADORA, UNA
LUSTRADORA, UNA HELADERA CON FREEZER, UN TELEVISOR A COLOR Y EL
ENORME LAVARROPA.
ESTUVIMOS UN DIA Y MEDIO SIN ENTERARNOS NADA SOBRE LILIBETH, ASI QUE
NOS DIRIGIMOS A SU DEPARTAMENTO.
CUANDO ARRIBAMOS NOS ENCONTRAMOS CON LAS VECINAS DE EL DEPARTAMENTO
DE LILI CUCHICHEANDO MIENTRAS QUE EL PORER4O LE ESTABA COMENTANDO A
LUIS LO SUCEDIDO:-NO SABEMOS QUE ES LO QUE ESA PASANDO EXACTAMENTE,
INTENTAMOS TODO, LE TOCAMOS EL TIMBRE, NO ATIENDE AL TELEFONO NI
TAMPOCO CONTESTA A LOS GRITOS.
SALIA NAGUA JABONOSA POR DEBAJO DE LA PUERTA.LLAMARON A LA POLICIA,
HICIERON FUERZA PARA PODER ABRIR LA PUERTA Y AHI PUDIERON ENTRAR.
DESESPERADOS LLAMAMOS A LILI, PERO TARDE O TEMPRANO ERA OBVIO DE QUE
LA PEQUEÑA LILI NO ESTABA ALLI.
ENCONTRAMOS EL TELEVISOR PRENDIDO, QUE PRODUCIA UN RUIDO ESTRIDENTE,
Y LO MAS RARO FUE QUE ENCONTRAMOS UN CAMISON DE LILIBETH AL LADO DEL LAVARROPAS, AL IGUAL QUE LA MONTAÑA DE ROPA SUCIA. ADEMAS DE ESO HALLAMOS UNA PANTUFLA ROTA EN EL FONDO DEL TAMBOR. EL GATO DE LILIBETH, QUE FUE EL UNICO QUE VIO TODO LO SUCEDIDO, ME LO LLEVE COMO UNICO RECUERDO DE LA DESAPARICION DE LILIBETH, LA QUE AHORA TODOS LA APODARON COMO LA LOCA DEL ONCE J. FIN
LA DEL 11 J. por Guido
ResponderEliminarMe llaman la Viuda de R. Me sentí muy feliz cuando murió mi esposo. Era uno menos, y mejor me sentí cuando por fin me deshice de la estúpida de mi hija, una mujer que sólo sirvió para tener a esos tres estúpidos hijos, tan odiosos como ella. Sobre todo la más pequeña, Lilibeth, esa niña tiene la misma cara de su madre, la misma actitud, cobarde y miedosa.
Pero lo peor llegó cuando tuve que encargarme de los tres tontos de mis nietos. Claro, ellos no tenían otra familia, y no tuve otra opción que cuidar de ellos. No fue fácil para mi, pero menos para ellos. Me encargué de hacerles la vida imposible, los detestaba, deseaba que se fueran cuanto antes, deseaba estar sola.
Por fin crecieron, trabajaron y se fueron de mi casa. Fue el momento más feliz de mi vida. No les quería ver más sus tontos rostros.
Me decidí a disfrutar de mi soledad, y del dinero que había podido sacarle a mi marido. Quise tener todos los aparatos que había deseado siempre y que no quería compartir con nadie. Por fin pude comprarme un televisor color, una licuadora, una heladera, una lustradora y el lavarropas más moderno y enorme que encontré en la casa de venta de electrodomésticos. Siempre había querido tener uno de esos sofisticados lavarropas, que hicieran todo sólos, quería sólo apretar un botón y que él se encargara de todo.
Pronto me di cuenta que el lavarropas tenía vida propia, no respondía a mis indicaciones, no hacía las cosas para las que yo lo programaba, lo único que hacía era soltar espuma mortal.
Tengo todo lo que deseo, lo que siempre quise, estoy sola, tengo mis modernos aparatos, pero, cada vez me siento más débil y más enferma. Me enteré que mis dos nietos varones se han casado, y que la estúpida de Lilibeth vive sola en esa covacha de departamento. La detesto, a ella más que a los otros dos, pero encontraré la forma de que su vida sea horrible, aún cuando yo ya no esté viva. Siento que pierdo fuerzas, cada vez que uso el lavarropas, me debilito más y más pero no puedo dejar de encenderlo, su espuma se apodera de mi mente, se que está llegando pronto mi final. El lavarropas me lo ha indicado, la espuma me invade y me mata.
11 J, allí es donde vive la idiota, programaré el lavarropas para su lavado final. Muerte en el 11 j, venganza en el 11 J, el día 11 de Julio: 11 J morirá, su espuma la devorará, Mi tv le anunciará su muerte, mi licuadora le hará su brebaje final, mi lustradora preparará el piso para su caída, el gato será su único testigo, pero los gatos no hablan, nadie sabrá como desapareció esa chiquilla malcriada y tonta. Los otros dos sufrirán el resto de sus vidas por la muerte de su hermanita jajajajajaja.
Esa será mi venganza, se que los tres están esperando mi muerte, para heredarme. Me heredarán, pero también se llevarán el lavarropas, y me las ingeniaré para continuar arruinándoles la vida aún después de muerta. Mis adorados aparatos van a hacer el trabajo por mí,ellos los disfrutarán pero no por mucho tiempo, los aparatos son míos, el televisor, la licuadora, mi lavarropas, es mío, es mi muerte pero es mío, yo lo programé, la matará, como me está matando a mi. Me siento débil, no puedo casi escribir, no puedo hablar,¡Me mueeeeeeeeeeeeeee…..roooooooooooooo!
LA RESCRITURA: por Sol A.
ResponderEliminarCuesta creer que una abuela no ame a sus nietos, pero existió la viuda R., mujer perversa, bruja del siglo veinte que solo se alegraba cuando hacia daño. La viuda R. nunca había querido a ninguno de sus tres nietos de su única hija. Y mucho menos nos quiso cuando nos toco la desgracia de ir a vivir con ella, después del accidente que nos dejó huérfanos y sin ningún otro pariente en océanos a la redonda.
Durante los años que vivimos con ella, la viuda R. nos trato como si no hubiéramos sido chicos. Fuimos castigados y humillados a granel. Sobretodo yo, la mas pequeña de los hermanos, acaso porque era tan dulce y bonita, idéntica a mi mama muerta, a quien la viuda R. tampoco había querido, porque por algo era perversa ¿no? Luis y Leandro no lo habían pasado mejor con su abuela pero, al menos, sus caritas los habían salvado de parecer una que otra crueldad: no se parecían a mi y, por lo tanto, a la vieja nos habíamos transformado en odiados retratos de carne y hueso.
El caso fue que tanto sufrimiento soportamos los tres hermanos por culpa de la abuela que, no bien crecimos y pudimos trabajar, alquilamos un departamento chiquito y allí nos fuimos a vivir juntos.
Pasaron algunos años más.
Luis y Leandro se casaron y así fue como yo me quede solita 11 “J”, contra frente, dos ambientes, teléfono, cocina y baños completos, mas balconcito a pulmón de la manzana.
Yo era una vendedora en una tienda y, a partir del atardecer, estudiaba en una escuela nocturna.
Un viernes a la media noche, no bien acababa de caer rendida en mi cama, me desperté sobresaltada. Una pastilla que no lograba recodar, acaso. Lo cierto fue que yo empecé a sentir que algo aspiraba las fuerzas, el aire, la vida.
Esa sensación que duro alrededor de cinco minutos inalcanzables.
Cuando concluyo, escuche, fugazmente, la voz de la abuela. Y la voz aullaba desde lejos:
-Lilibeth … Pronto nos veremos… Liiiiliiiibeeeth… Liiiilii…Liiliii…
Encendí el velador, la radio y abandone el lecho. Indudablemente, una ducha tibia y un tazón de leche iban a hacerme muy bien, después de esos momentos de angustia.
Y así fue.
Pero, a la mañana siguiente, lo que había supuesto una pesadilla mas comenzó a prolongarse, aunque ni yo pudiera sospecharlo todavía. Las voces de Luis y Leandro, atreves del teléfono, me anunciaron:
-Esta madrugada murió la abuela… Nos aviso el encargado de su edificio… Si… te entendemos… nosotros tampoco, Lili… pero…claro… alguien tiene que hacerse cargo de… quédate tranquila nena… después te vamos a ver… si… bien… besos, querida.
Luis y Leandro visitaron el 11 “J” la noche del Domingo yo los aguardaba ansiosa.
Si bien ninguno de los tres podíamos sentir dolor por la muerte de la malvada abuela, una emoción rara, mescla de pena e inquietud a la par, nos unia con la misma potencia del amor que nos profesaba.
-Si estás de acuerdo, nena, Leandro y yo nos vamos a ocupar de vender los muebles y las demás cosas, ¿eh? Ah, pensamos que no te vendrían mal algunos artefactos. Esta semana te los vamos a traer. La abuela había comprado TV color, licuadora, heladera, lustradora y lavarropas ultramodernos, ¿que te parece? Yo los escuchaba como antontonada. Y como atontonada recibí –el Sábado siguiente –
Mi herencia visible y tangible (acababa de recibirla también, aunque… ¿cómo podía darme cuenta? … ¿ quién hubiera sido capaz de darse cuenta? ) ...
Continuación por Sol A.
ResponderEliminarMás de dos meses transcurrieron en los almanaques hasta que me decidí a usar los artefactos que se promocionaban en múltiples propagandas, tan novedosos y sofisticados eran. Un día supere la desagradable impresión que me causaban al recordarme a la desamorada abuela y, finalmente, empecé con la licuadora. Aquella mañana del Domingo, yo tanto como mi gato. Nos hartamos de banana con leche.
Apartir de entonces comenzó a usar, también, la lustradora… enchufe la heladera con freezer … hice instalar el televisor con control remoto y puse en marcha el enorme lavarropas. Este aparato era verdaderamente enorme: tuve que acomodar varios kilos de ropa sucia para poder utilizarlo. ¿Para qué había comprado la abuela semejante armatoste, solitaria como habitaba su casa?
A lo largo de los días, me fui acostumbrando a manejar todos los electrodomésticos heredados, tal como si hubiera sido míos desde siempre. El que más me atraía era el televisor color, claro. Apenas regresaba del departamento, después de mi jornada de trabajo y estudia, lo encendía y miraba programa de trasnoche.
Habitualmente, me quedaba dormida sin ver los finales. Era entonces el molesto zumbido de las horas sin transmisión el que hacía las veces de despertador a destiempo. En más de una ocasión, me depertaba antes del amanecer a causa de “schschsch” que emitía el televisor encendido al divino botón.
Una de esas veces, cerca de la madrugada de un Sábado como otros, tantie el cubrecama, medio dormida, tratando de ubicar el control remoto que me permitía apagar el televisor sin tener que levantarme.
Al no encontrarlo, me despabile a medias. La luz platinosa que proyectaba el aparato mas su chirriante sonido terminaron por despertarme totalmente. Entonces vi un estremecimiento me recorrió el cuerpo: la imagen del rostro de mi abuela me sonreía, sin sus dientes, desde la pantalla. Aparecía y desaparecía en una serie de flashes que se pagaron de pronto tal como el televisor, sin que yo hubiera, si quiera, rosado el control remoto. A partir de aquel sábado, el espanto me instalo en el 11 “J” como huésped favorito.
No me animaba a contarle a nadie lo que estaba ocurriendo.
-¿Me estaré volviendo loca? –me preguntaba, aterrorizada. Me costaba convencerme, de que todo y que cada uno de los sucesos que me tocaba padecer estaba formando parte de la realidad cotidiana.
Para aliviar un poquito mi callado pánico, decidí anotar en un cuaderno esos hechos que solamente yo conocía, tal como se había desarrollado desde el principio.
Y anote, entonces, entre muchas cosas que… “ la lustradora no me obedece; es inútil que intente guiarla, sobre los pisos sobre la dirección que deseo. El aparato pone en acción “sus propios planes” moviéndose hacia donde se le antoja. Antes de ayer, la licuadora se puso en marcha “ por su cuenta”, mientras que yo colocaba en el vaso, unos trozos de zanahoria, resultado: horrendas sorpresas. Encuentro largos pelos canosos en los alimentos, aunque lo peor fue abrir el freezer y hallar la dentadura postiza. Le arroje por el incinerador. La desdentada imagen de la abuela continua apareciendo y desapareciendo, de pronto, en la pantalla del televisor durante las funciones de trasnoche. Mi gato Zambri parece percibir todo. Se desplaza por el departamento casi siempre erizado. Fija su mirada redondita aquí y allá, como si lograra ver algo que yo no. El único artefacto que funcionaba normalmente es el lavarropas. Voy a deshacerme de los demás malditos aparatos, a venderlos o regalarlos mañana mismo. Durante la siesta dominguera, mientras me dispongo a lavar una montaña de ropa
Cuando termine de escribir me fui a lavar la ropa, puse el lavarropas en marcha y de repente me empujo alguien, que no reconocí, adentro del lavarropas y me auge.
Julieta
ResponderEliminarTodo parecía muy normal, mientras yo acariciaba a mi gato y mi odiada abuela- aunque no quiera llamarla así- me retaba por tenerlo a upa en su sillón.
Mi abuela era una de las que no quiere a sus nietos, nada más se alegraba cuando nos hacía daño a mi y a mis dos hermanos Luis y Leandro.
Mi madre falleció, y no tuvimos otra que irnos a vivir con mi “abuela”.
Yo era una vendedora en una tienda y estudiaba en una escuela nocturna.
Una noche- en la que no había tenido clases- estaba durmiendo con mi gato cuando escuché una voz parecida a la de mi abuela que decía:- Liilibeth…. Pronto nos vereemooos…Liiili…Liiiliiiiii….Liiilibeth...
Me había traumado. Tan rápido como pude prendí el velador, la radio y me alivié. Me tomé una ducha tivia y un tazón de leche.
A la mañana siguiente, algo extraño pasó. Leandro me llamó diciéndome que la abuela se había muerto y que parte de sus cosas me podrían hacer bien, como algunos electrodomésticos gigantes que había comprado antes de su muerta.
Corté antes de que diga algo más. Esa noche de domingo, mis dos hermanos me visitaron para traerme los objetos tecnológicos.
Si bien nadie le sentía afecto a la abuela, los tres, sentíamos una sensación rara.
Dos meses pasaron hasta que me animé a usar todos los artefactos. Empezamos con la licuadora. Esa misma mañana tanto mi gato como yo nos hartamos de los licuados de banana con leche.
Luego, empezé a usar la lustradora, enchufé la gran heladera con freezer, instalé el lujoso televisor con control remoto y puse e marcha el enorme lavarropas.
El televisor a color era el que mas me gustaba. Cuando terminaba de trabajar y de estudiar, lo encendía y me quedaba hasta dormirme mirando programas de trasnoche. Casi siempre me quedaba dormida antes de que terminen los programas.
A veces, amanecía más temprano que el despertador gracias al zumbido de la tele.
Una de esas veces, tanteé el cubrecama tratando de ubicar el control remoto que permitía que ese “schschsch” pare.
Pero cuando abrió sus ojos, pegó un grito de aquellos.
En la pantalla de la tele, la cara de la abuela sonriendo sin los dientes. Apagué tan rápido como pude el televisor.
Estaba tan asustada, que no me animaba a contarle a nadie lo que me había pasado.
¿Me estaré volviendo loca? .Como sentía que nadie le iba a creer si lo contaba, empezé a escribir todo lo que me pasaba en un cuaderno.
Aunque no lo crean, lo de la tele no fue lo único que pasó. La lustradora no me obedecía, se iba para todo lados y no había forma de pararla, solo cuando ella quería.
En la licuadora, mientras trataba de licuar la zanahoria, aparecieron pelos blancos y canosos. Abrí el freezer y me encontré con la atadura de mi abuela. Era horrible.
El único artefacto que andaba bien, era el lavarropas, pero eso era antes de que aya a dejar la ropa…
FIN.
La del once “Jota” por Quim
ResponderEliminarEstaba yo una mañana oliendo como de costumbre las meadas domingueras cuando un olor inconfundible penetró en mi nariz. Era el olor a muerte que huele entre ciruela podrida y cartón húmedo con petróleo, pero éste tenía algo en particular: olía a maldad, a frío.
¿Cómo decirlo?
Un olor mágico, indescriptible.
Me tiré al sol, olí otro pis: era de gato, ¡ah! sí, del gato Zambri, el de la esquina que me comunicaba (por las meadas todas las mascotas nos comunicamos noticias):
La maldita viuda de R ha muerto. Qué suerte ¿no?
Y yo le contesté que era muy bueno aquello.
Zambri y su dueña Lilibeth vivieron en el 11 “J”, contrafrente, dos ambientes, teléfono, cocina y baño completos, más balconcito a pulmón de manzana.
La vi varias veces a Lili en la tienda en que trabajaba y siempre la acompañaba Zambri, y en esos encuentros su peludo amigo me contó que Lili había recibido de herencia por la muerte de la perversa viuda unos extraños aparatos llamados: TV-color, licuadora, heladera, lustradora y lavarropas. Al otro día me comunicó que había usado la licuadora de la que salían exquisitos manjares, también la heladera, la TV (Lili se hipnotizaba con ella) y el enorme y ruidoso aparato llamado lavarropas.
Luego de unas semanas sin sobresaltos Zambri me dijo que Lili había gritado cuando acababa de prender la TV y que había escrito una carta.
Después de aquello nunca más vi a Zambri ni a Lili.
Quím. Perro Gelertie.
La del once de “jota”, de Elsa Bornemann por Sol S.
ResponderEliminarPara mi que siempre hubo algo extraño en nuestra abuela; era perversa, una bruja del siglo veinte para ser exactos. Ella nunca nos quiso a ninguno de nosotros tres, pero tampoco a su hija, nuestra madre.
Un día que todavía éramos chicos, demasiado chicos, no nos quedó otra que ir a vivir con nuestra abuela, porque nuestra madre había fallecido y no teníamos ningún otro paradero. Los tres le tocamos el timbre y nos colocamos frente a la puerta con cara de que nos faltaba consuelo, para darle una chispa de conmoción a su frío corazón; Yo estaba en el medio, la pobre Lilibeth, con la canasta de frutas entre las manos y un vestido rosa y verde todo gastado, con manchas de barro. A la izquierda estaba Luis, el más chico pero más alto, con un enterito de Jean y una remera blanca en las mismas condiciones que mi vestido, mirando dulcemente la puerta toda lustrada de la viuda de R. Mientras que a la derecha estaba Leandro, el más grande pero más bajito, sentado sobre el asfalto, a más de un metro de distancia. Él, que conocía bien a la abuela, porque mamá se había animado a hablarle de ella, cada vez que la veía aguardaba una mínima distancia. Siempre decía que más nos valía no estar mucho con ella, para no comunicar tanto contacto, después tendríamos que afrontar las consecuencias.
Continuación por Sol S.
ResponderEliminarCuando la vieja abre la puerta solo nos recibe con una cara de superioridad, cubriéndola con todas las mantas que llevaba puestas nos impedía el camino al interior.
- ¿Y ustedes a qué vinieron?
- No tenemos otro lugar.
Leandro contestó en sima a sus palabras, tratando de imitar la cara que nos entregaba. Hasta que la viuda de R. emitió un gruñido, haciendo cambiar completamente la cara de mi hermano y dejándolo estupefacto, sin reacción alguna. El plan de hacerla cambiar no había funcionado.
Tras unos años pasados en su casa empecé a reflexionar, la vieja me daba pena. Aunque no podía dejar de decir que nos trataba para el churrete, como si fuéramos unos huérfanos-que por cierto lado era verdad- pero no como a huérfano que sean sus nietos, sino de esos a los que se los manda con la primera persona posible para que los cuide sin que tengan entre ellos el mínimos contacto o se hayan visto anteriormente en sus miserables vidas. Para la viuda de R. era una obligación estar con nosotros, no como otros abuelos de los que aman a sus nietos y se pasarían la vida junto a ellos. Y sobre todo conmigo, que la trataba de comprender y demás, me acercaba a ella y trataba de hacerle pasar un buen momento mientras que los otros dos salían a jugar con la pelota. Me trataba aún peor. En algún lugar muy oscuro de su marchito corazón sabía que había días que nos odiaba en carne y hueso, en vida y alma.
Los años transcurrieron, entre Luis, Leandro y yo decidimos que era hora de buscar un trabajo y largarnos de esa casa a penas con quince años míos. Los dos estaban satisfechos con el plan, pero yo seguía con la estúpida idea de hacerla cambiar, aunque en el momento que lo decidimos no me tiré atrás. Por lo que los tres fuimos a buscar trabajos… Luis era vendedor de sanitarios, Leandro vendedor de repuestos de autos, y yo de ropa.
Al poco tiempo de ahorrar la plata adecuada nos fuimos a vivir a un departamento, el del once de jota.
Era un lugar bastante chico, pero nos arreglábamos. En la única habitación dormíamos los tres en camas individuales. Esa misma habitación daba espacio al living, de donde tenías la puerta principal. Del living pasabas a la cocina-comedor, que guiaba a un lavadero, a un baño pequeño y a un balconcito a pulmón de manzana, que no tenía muy buena vista, porque abajo había una casa abandonada, llena de plantas que habrían de estar ahí hace más de veinte años sin tocar.
Pasaron algunos años más, Luis y Leandro se casaron y se fueron a vivir independientemente con sus esposas. Ahí fue cuando me quedé a vivir sola, y sentí pura libertad, por fin podía estar viviendo SOLA, ¡sin hermanos ni abuelas!, aunque obviamente mi gato me hacía compañía, el mismo gato que tenía la viuda de R., ahora estaba conmigo. Yo a él le contaba de todo, desde mi rutina diaria y mis pensamientos, a cada cosa extraña que me pasaba. Yo sabía que me entendía y me escuchaba, o por lo menos me parecía que era así, por eso me sentina tan contenta con él.
Un viernes después de uno de mis viernes más agotadores, cuando recién llegaba de estudiar, me puse a ver la tele, y como era habitualmente me quedé dormida.
Continuación por Sol S.
ResponderEliminarDe repente, me desperté toda aturdida y molesta, aunque pensé que solo era por la pesadilla que acababa de tener y no lograba recordar, lo único que sabía era que había sido con m la viuda de R. Después sentí que algo me aspiraba todas mis fuerzas, dejándome como una mañana con resaca para ir al trabajo. Fueron cinco minutos inacabables. Pero cuando creí que todo había acabado, oí fugazmente la voz de la abuela.
-Lilibeth… pronto nos veremos… Liiliibeeeth… Liliii… Liliii…
Encendí el velador y la radio atropelladamente, y salté de la cama, estaba tan exaltada que parecía una loca desquiciada recién entrada al manicomio cuando le conté eso a mi gato, ¡YO LA HABÍA ESCUCHADO! Y eso era imposible, porque, porque… no sé, la verdad, estaba muy, muy exaltada y nerviosa, por lo que me pegué una ducha cuando vi que mi gato ya se había vuelto a dormir. Dejé que el agua caliente fluyera fuertemente sobre mi espalda, haciendo tiritar mi columna vertebral, eso me relajaba y mucho, era un masaje confortante. Luego fui a la cocina y me serví un vaso de leche tibia. Me lo bebí se un sope.
Cuando me quise fijar en el reloj que hora era, me dije que ya era tarde para volver a dormir, y justo en ese instante me estaba llamando mi hermano Luis, que aparentemente estaba con Leandro.
-Esta madrugada falleció la abuela… Nos avisó el encargado de su edificio… sí… te entendemos… Nosotros tampoco, Lili… pero… claro… alguien tiene que hacerse cargo de… Quédate tranquila, nena… Después te vamos a ver… Sí… Bien… Besos, querida.
A continuación me quedé dura, hasta que vi la cara de mi gato, esa cara interrogatorio que ponía cuando no entendía nada.
- la abuela ah muerto. – le dije, dándole una cara de alegría y alivio, aunque duró poco porque me acordé de lo de anoche. Estuve pensando todo el tiempo en eso hasta que Luis y Leandro me visitaron el domingo a la noche; me sentí segura.
Hoy había algo que nos unía, la muerte de la abuela nos conmocionaba y a la vez nos inquietaba, pero ninguno de los tres sentía pena hacia ella. Ni siquiera yo.
- Si estas de acuerdo, nena, Leandro y yo nos vamos a ocupar de vender los muebles y las demás cosas, ¿eh? Ah, pensamos que no te vendrían mal algunos artefactos. Esta semana te los vamos a traer. La abuela había comprado TV-color, licuadora, heladera, lustradora y lavarropas ultra modernos, ¿qué te parece?
Cuando los escuchaba los miraba atontada ¿electrodomésticos modernos? ¿Para mí? ¿Por qué? ¿Para que hubiera necesitado esas cosas la abuela? Pero tal dicho, hecho, a la semana me trajeron los aparatos. Yo los observaba interrogatoriamente, al principio, después con temor, y luego me creí una estúpida, ¿Qué podrían hacerme unos aparatos domésticos? Me reía cuando veía a mi gato tratando de alejarse de ellos, como si fuera un juego “peligroso”, a él tampoco le gustaba la abuela, le tenía terror, jaja.
Una mañana, después de dos meces de su llegada, me animé a probar el primer cacharro, la licuadora, donde puse bananas con leche. Ese día, con mi gato, nos hartamos de ese licuado.
Continuación por Sol S.
ResponderEliminarA partir de ese día empecé a usar otros artefactos, como la lustradora, el lavarropas, tan grande como yo, instalé el televisor, ya que el otro andaba únicamente mal. Todos, absolutamente todos los artefactos estaban en uso, pero el que me llamó más la atención fue el lavarropas, tenía que acumular kilos de ropa para poder utilizarlo, fue la primera vez que lo usé cuando me pregunte para qué la viuda de R. lo había querido, si solamente ella lavaba sus ropas ahí, y además siempre usaba las mismas, por lo que no necesitaba uno TAN grande.
Aunque el que más me interesaba era el televisor a color, por fin tuve uno bueno, con todos los canales y sin rayitas en mi vida. Ni bien llegaba todos los días después de mi jornada de trabajo y estudio me tiraba a verlo, mientras que acariciaba a mi gato y éste ronroneaba, mi compañero… ¡como lo quería! Me ponía tan contenta ver que también le gustaba el televisor, ¿o le gustaba que le acaricie? Bueno no importa, la cosa es que la pasábamos bien. Y después de ver los programas de trasnoche, nos quedábamos dormidos, lamentablemente sin ver los finales. Por eso un viernes cuando me desperté por los zumbidos de éste, me di cuenta que no era tan bueno como imaginaba, al fin y al cabo me parece que nunca tendré un buen televisor. Y a partir de esa vez, hizo todas las mañanas ese “sochschsch”. A la semana, me volvió a despertar, y empecé a tantear para encontrar el control y apagarlo, pero efectivamente no estaba donde lo había dejado, por los que no me quedo otra que tratar de despabilarme, aunque al quedarme sentada en la cama, la luz del televisor me segó, por así decirlo, y termine de desperezarme y pude ver el aparato con claridad… MIERDA. La abuela estaba ahí, ella me observaba y me sonreía, sin sus dientes pero lo hacía. Me quedé perpleja, ahora sí que era obvio que me estaba volviendo loca, algo me había afectado, porque AHORA SÍ que la abuela estaba muerta… ella dijo que pronto nos volveríamos a ver, lo dijo aquella vez que me desperté después de la pesadilla. La viuda de R. no había mentido, ni siquiera estando muerta y… dentro de una pantalla de televisión. Lo último lo dije con sarcasmo, todavía no me entraba en la cabeza que estuviera dentro de un televisor, era irónico, y en cierto punto daba risa. La abuela empezó a aparecer y desaparecer, como cuando tenía el otro televisor que apenas tenía señal, pero en vez de eso, este se apagó, sin siquiera que yo hubiera, visto, encontrado, o rozado el control remoto. Fue ahí cuando el espanto se instaló en el 11 de “J” como huésped favorito.
- ¿Me estaré volviendo loca?
El terror no terminaba de fundirse, estaba presente desde que me desperté. <> me dije tratando de convencerme.
Continuación final por Sol S.
ResponderEliminarNo me animaba de contarle a nadie lo sucedido, porque me encontrarían completamente demente, ya que hasta mi gato me ponía esa cara típica suya. Decidí escribir lo sucedido, para que quede grabado y no lo tenga que contar por mi cuenta. Estaba loca y esto tenía que acabar, lamentablemente de una manera.
La lustradora no me obedece; es inútil guiarla sobre los pisos en la dirección que deseo… (…) Antes de ayer, la licuadora se puso en marca “por su cuenta”, mientras que yo colocaba en el vaso unos trozos de zanahoria. Resultado: horrendas sorpresas (…) Encuentro largos pelos canosos enrollados en los alimentos, aunque lo peor fue abrir el freezer y hallar una dentadura postiza. La arrojé por el incinerador… (…) La decentada imagen de la abuela continúa apareciendo y desapareciendo-de pronto- en la pantalla del televisor durante las funciones de trasnoche… (…) Mi gato Zambra parece percibir todo (…) se desplaza por el departamento casi siempre erizado (…) Fija su mirada redondita de aquí y allá, como si lograra ver algo que yo no (…) El único artefacto que funciona normalmente es el lavarropas… (…) Voy a deshacerme de todos los demás malditos aparatos, a venderlos, a regalarlos, mañana mismo… (…) Durante la siesta dominguera, mientras me dispongo a lavar una montaña de ropa…
Pero ahí pare, se me ocurrió una idea mejor, porque cuando escribía no pensaba que me verían después de leerlo, por lo que como ya era el domingo y tenía el lavarropas en marcha, solo puse el camisón y una pantufla para demostrar que por lo menos lavé algo, lo que no me di cuenta fue que puse demasiado jabón. Pero bueno, ya había empezado a desbordar, y apresuradamente cerré la puerta principal con llave, deje la nota sobre el sillón del living, agarré una manta y envolví toda la ropa sucia en esta. Después fui al balcón, vi hacia abajo la profunda selva que se había armado y me tiré, amortiguando la caída con la ropa envuelta me hundí entre las plantas, y me quedé atrapada, pensando en lo que nos había dicho Leandro del contacto con la abuela.
me encantaron los cuentos!!!!
ResponderEliminarlo dijo quimi y miki
ResponderEliminarque es un quim?
ResponderEliminares una chica muy inteligente!!!
ResponderEliminaraguante el cuento de marcos!!:) :)
ResponderEliminar“La del 11 Jota “ De Elsa Bornemann
ResponderEliminarpor Jose
Estacionamos el auto y entramos al departamento. Subimos por escaleras, las únicas ropas en valijas que teníamos , unas de las pocas que aquella mujer, que se hacia llamar abuela , nos había dejado.
Yo y Leandro subiamos un ropero que pudimos comprar con poco de nuestra erencia, Lili subia nuestras valijas.
Al llegar , abrimos y entramos.
Era algo magnifico poder entrar a aquel lugar y saber que era tuyo, que ya no existiria , esa
Señora que nos habia humillado por años. Sobre todo a mi hermana Lilibeth, nunca supimos a que se debia aquel odio profundo que tenia la “viuda del R”, asi se habia bautizado nuestra abuela como nombre, contra ella.
Pero ustedes se estaran preguntando por que viviamos con nuestra abuela en ves de con nuestros padres. Bueno ellos sufrieron un accidente que nos dejo huérfanos a mi, & a mis hermanos, alli fue entonces cuando fuimos a vivir con ella, creo que fue lo peor de nuestras vidas. Humillaciones, castigos, nuestra niñez fue un horror en vivo y en directo.
En fin, cuando crecimos fue entonces cuando decidimos ir a aquel departamento era chiquito, pero mejor que vivir con ella.
Pasaron los años, Leandro & yo nos casamos & como quien dice nos fuimos cada uno por su lado; asi fui como Lilibeth se quedo en el departamento sola. Todo parecia ir mas que bien, hasta que un dia resivi la noticia de que “La viuda de R “habia muerto.
Era una noticia indefinible. Era buena por un lado, pero muy mala por otro . Llame a Luis para avisarle la noticia. & tambien a Lilibeth Luis reacciono de lo mas bien, hasta festejo.
Pero Lilibeth... cuando anuncie la noticia se produjo un silecio.
Desde un pricipio yo sabia que esa muerte iba a traer problemas.
Como me quede medio preocupado por la reaccion de mi hermana decidí ir a visitarla,
-si estas de acuerdo , nena , Leandro & yo nos vamos a ocupar de vender Los muebles y las demas cosas, ¿eh? Ah , pensamos que no te vendrían mal quedarte con algunos electrodomésticos que compro la abuela, televisor a color, licuadora, lavarropas-
asi fue como le llevamos a Lilibeth todos los electodomesticos.
Los dias pasaban, todo parecia estar bien, por lo que yo sabia ella estaba perfectamente bien, usaba todo lo que le habiamos llevado.
Un dia, decidi pasar por aquel viejo departamento en el cual ahora vivía mi hermana, y en algun momento vivi yo. Lo llame a Leandro y el tambien decidio venir a visiarla
Al llegar al piso 11, eso ya era un caos, la gente no paraba de golpear la puerta del departamento de mi hermana, qe habia pasado alli?, eso fue lo que me pregunte.
Según todo lo que me cobtaron los vecinos mi hermana hacia dias que no contestba el telefono , ni el timbre,
Leandro y yo en un estado de shock tiramos la puerta abajo, y logramos entrar el agua corría por nuestros pies, un montón de ropas sucias encima de la mesada, el lavarropas andando, abierto, y en el solo el camisón, y las pantuflas de Lililebeth y el gato duro, como congelado, ni rastros de mi hermana, bajo el colchón un cuaderno con anotaciones terroríficas , imágenes que había tenido ella en algún momento,sobre nuestra abuela, la veia, los electrodomesticos se le iban de control, mi pequeña hermana se habia vuelto loca... pero lo que mas me llamo la atención , es que en el ultimo parrafo la letra A estaba deslazada, hasta el final de la hoja con un manchon de tinta azul.
Nunca supimos que paso con ella, lloramos su desaparición, Leandro se llevo al gato, y yo, aquel horrible cuaderno, a la policia , claro, no le sirvio de nada ya que no tenian ninguna
Prueba concreta , me lo quede yo. Y cada noche lo leo, y me aterrorizo. Jamas olvidare aque departamento, “el once jota” .
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarLa del Once “Jota”. Por Franco
ResponderEliminarCuesta creer que yo no amé a mis nietos, soy una mujer perversa, una bruja del siglo XX y sólo me alegro cuando hago daño.
Nunca he querido a ninguno de los hijos de mi única hija y mucho menos los quise cuando por desgracia les tocó venir a vivir conmigo después del accidente que dejó huérfanos a mis nietos y sin ningún otro pariente en océanos a la redonda.
Durante los años que vivieron conmigo traté a los chicos como si no lo hubieran sido, los mortifiqué, castigué y humillé a granel, sobre todo a Lilibeth, el más pequeño de mis nietos, acaso porque era tan dulce y bonita, idéntica a la mamá muerta, a quien tampoco quise, por supuesto, porque por algo soy perversa.
Luis y Leandro no la habían pasado mejor conmigo, pero, al menos sus caritas los habían salvado de padecer una que otra crueldad: no se parecían a la de Lilibeth y por lo tanto a mi no se me habían transformado en odiados retratos de carne y hueso.
El caso fue que tanto sufrimiento soportaron los tres hermanos por mi culpa que ni bien crecieron y pudieron trabajar, alquilaron un departamento chiquito y allí se fueron a vivir juntos.
Pasaron algunos años más.
Luis y Leandro se casaron y así fue como Lilibeth se quedó solita en aquel el 11 “J”, contrafrente, dos ambientes, teléfono, cocina y baños completos, mas balconcito a pulmón de manzana.
Lili era vendedora en una tienda y – a partir del atardecer – estudiaba en una escuela nocturna.
Un viernes a la medianoche, no bien acababa de caer rendida en su cama – se despertó sobresaltada. Una pesadilla, que no lograba recordar, acaso. Lo cierto fue que la muchacha empezó a sentir que algo le aspiraba las fuerzas, el aire, la vida.
Esa sensación le duro alrededor de cinco minutos inacabables.
Cuando concluyo, Lilibeth oyó – fugazmente – mi voz. Y mi voz aullaba desde lejos: Lilibeth… pronto nos veremos… Liiibeeeth…Liiiliii…Liliii.
La jovencita encendió el velador, la radio y abandono el lecho. Indudablemente, una ducha tibia y un tazón de leche iban a hacerle muy bien, después de esos momentos de angustia.
Y así fue…
"La loca del once J" Por Cata.
ResponderEliminarDesde que mi hija falleció yo me quede a cargo de mis nietos yo a mi hija por alguna razón le tenía envidia y decidí hacer lo mismo con mi nieta menor, admito que los maltrate y de todo pero un día se me ocurrió irme de mi casa, todos creían que estaba muerta, al ver la felicidad de mi nieta se me ocurrió no volver y no aclara que no había muerto. un día escuche que le trajeron a mi nieta mis electrodomésticos tenía tanta furia sobre ella que fui hasta la casa y empecé a asustarla de diferentes modos , la nena estaba tan asustada que empezó a escribir un libro sobre lo que le pasaba que en algún momento me iba a delatar y la única salida que tuve fue convencerla a que se suicide , lo lamento pero no tenía otra , su gato quedó como testigo pero no creo que hable , prendí la lavadora y el gato se quedo mirando en el lugar donde Lilibeth se suicidó. ¡Ay!, pobre la nena tan asustada de mi que decidió matarse, bueno una preocupación menos.
MUY BUENOS!
ResponderEliminarMARCOS me encanto tu cuento!!!muy bueno!!
ResponderEliminarCATA también el tuyo esta muy bueno!!♥
ResponderEliminarSanti U.
ResponderEliminarYo me crié con mi abuela y con mis hermanos Leandro y Lilibeth porque mis padres murieron. Mi abuela era perversa, no nos quería y menos la quería a mi hermana porque era igual a mi mamá. Cuando crecimos nos fuimos a vivir solos. Luego Leandro y yo nos casamos y Lilibeth se quedó viviendo sola y ella estudiaba y trabajaba. Un tiempo después fallece nuestra abuela y Leandro y yo la llamamos a Lilibeth para avisarle. A la tarde la pasamos a visitar y le ofrecimos los electrodomésticos de la abuela. Ninguno de los tres estuvo triste con su muerte. Sé que durante un tiempo mi hermana no se animó a usar los aparatos electrónicos pero después de usarlos estaba muy contenta.
Después de un tiempo la ví distinta, como asustada y yo no entendía qué le pasaba. Un fin de semana no logramos ubicar a Lilibeth, con Leandro nos preocupamos y fuimos hasta la casa. Nadie contestaba y tuvimos que llamar a la policía y después entramos con ellos. Lilibeth no estaba por ningún lado y el gato estaba escondido atrás de la soda con cara de horror. El televisor estaba prendido sin señal de cable, del lavarropas salía agua jabonosa. La policía encontró un cuaderno escrito por Lilibeth contando cosas raras que no parecían verdad. La policía dijo que mi hermana estaba loca pero lo les dije que busqune a mi hermana hasta encontrarla.
concha cuanto es boludooooo¡¡¡
ResponderEliminarMe pueden decir cuales son los personajes de todo el cuento?
ResponderEliminarYo tengo que hacer del cuento un final distinto .
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